Cazador de sueños
Empezaste
con besos que me encendían como solo tú sabias hacerlo, el momento exacto en el
que colocar tu mano en mi nuca y que empezara a sentir víboras en mi boca, para
que más tarde yo abarcara tu cuello entre mis brazos, el punto exacto en el que
morder mis lóbulos y comenzar a besar mi espalda. La precisión exacta con la
que desabrochar hebillas, botones, broches, bajar cremalleras -recordando la
textura de la tela- y dejar que la ley de gravedad se encargara de deslizarlo
todo hacia abajo… en tu ilusión por llegar a ser algo mas que un arné lésbico.
Paseábamos
por el parque adentrándonos poco a poco en el ojo del huracán de ancianas
recordando su juventud con sus faldas de luto y sus piernas hinchadas como tus
venas cuando yo recorría milímetro a milímetro cada palmo de tu escultura.
En poco
tiempo la magia pareció esconderse bajo la nariz de Krusty
Nos
hablan de príncipes azules y de andar a 3 metros sobre el cielo
cuando en realidad andamos bajo tierra como topos que salen a buscar alimento a
la superficie, cuando todos sabemos que abajo se vive mejor. Abajo, bien abajo,
mas aún, un poquito mas… ahí, justo donde estas tu esparcido en diminutos
trozos rotos de sarcófago, rotos como me dejaste a mi
Seguiste
creando problemas químicos que no me sentaban bien- ilusa de mi que pensé que
al menos los físicos los podrías resolver- empleando esa mirada perspicaz que
nunca había sido de tu dominio,
perfilando el sarcasmo de tu sonrisa…
Terminaste
desdeñando las erecciones que aparecían con mis besos en paseos de domingo que
acababan en una bulimia sexual al mismo tiempo que yo calculaba la presión
exacta que debería ejercer para destrozar el barniz de tu coche con algún
objeto cortante
Ahora
odio recordar como después de algunas penetraciones me quedaba embobada mirando
las estrellas a través de la ventanilla mientras acariciaba tu pelo con una
mano y con un cigarrillo en la otra a la
vez que tu hablabas de no sé que día de no sé que mes de no sé que año en el
que creías amarme.
Ahí
reparé en que no quería ser una parada mas sino un destino en el intuía que no aparecías
como tripulante.
Pero
únicamente este es un recuerdo más de los cientos que quedaran pendidos de algún
mechón del cepillo que guardas en la guantera, de algunos de los hilos de color naranja tejidos alrededor del
atrapasueños del retrovisor o bajo el sombrero del duende verde que cuelga a su
lado. Recuerdos que, como bien dije, terminaran por roer los ratones sino es
que ya lo has hecho tu con tus propios colmillos, los mismo con los que
bordaste el desenlace de este libro
No hay comentarios:
Publicar un comentario